Seguramente muchos de ustedes vienen viendo o escuchando noticias sobre la prohibición del uso de teléfonos inteligentes en las aulas de distintos países -muy disímiles entre sí-, o incluso la prohibición del uso de redes sociales hasta cierta edad, como es el caso de Australia. El problema de las pantallas y la atención de niños y adolescentes es innegable, como debería ser también innegable que el problema también lo tenemos los adultos. ¿debemos entonces prohibir los celulares en el aula?
Dejemos la pregunta en suspenso para hacer algunas aclaraciones que nos permitan ser intelectualmente éticos y otras para no generar confusión con la terminología.
En primer lugar me gustaría aclarar que esta nota va a estar atravesada por las singularidades ideológicas que tiene quien la escribe, en palabras de Bourdieu por mi “habitus”. Imposible sería que así no fuera, por eso para ser intelectualmente ético les cuento que si bien soy licenciado en educación mi experiencia docente es en el nivel secundario, y por lo tanto mi experiencia y mi enfoque sobre la educación hacen de este escrito algo que probablemente les sirva más como insumo a las personas que trabajan con ese nivel o los superiores, pero en realidad apunta a que sirva a todas las personas -incluso no docentes-. Por otra parte, y no menos importante, sufro del AMBAcentrismo característico de quienes trabajamos y habitamos esta zona del país. Sé que las experiencias personales que cuento quizá no sucedan en otras partes, por eso trato de que sean pocas para ser lo más abarcativo posible.
En cuanto a no generar confusión debemos decir que cuando hablamos de tecnología en realidad nos estamos refiriendo a la tecnología digital, a las pantallas. El término tecnología es muy amplio, pero aquí salvo previa aclaración lo usaremos como sinónimo de tecnología digital.
En segundo lugar pasa algo parecido cuando hablamos de celulares, en realidad lo que llevamos en nuestros bolsillos son computadoras con prestaciones y un potencial de procesamiento de datos que hace 20 años con suerte tenía la NASA -al respecto recomiendo ver “el dilema de las redes sociales” disponible en Netflix-. Estos Smartphones o teléfonos inteligentes prácticamente no se usan para hablar como aquellos celulares ¨ladrillo¨ de principio de siglo, sino que son el acceso a muchas cosas -como información importante- y la pérdida de otras -como la atención y concentración-.
En definitiva todos vemos que cada vez más gente piensa que esa tecnología que venía a democratizar el conocimiento, termina por afectarnos cada vez más como sociedad. Por eso cabe preguntarse ¿la escuela qué rol cumple en esta realidad tecnológica?
Educación y tecnología, una relación complicada.
Por supuesto que la palabra educación también es muy amplia, nos educamos todo el tiempo porque aprendemos todo el tiempo. Pero a la hora de formalizar los saberes recurrimos a instituciones y entre ellas la más icónica es sin duda: La escuela. No vamos a escribir aquí la historia de la escuela y la tecnología digital, pero si podemos realizar un pequeño repaso de lo sucedido en los últimos años.
La tecnología digital llegó a las escuelas (principalmente las secundarias) allá por los 90. Para entonces ¨Se abordan los conceptos de informática necesarios para su utilización inteligente como herramienta¨ (Ministerio de Cultura y Educación, 1996, p. 21), o al menos esa es la intención que declaran las autoridades creadoras de la Ley Federal de Educación. En mi caso recuerdo en mis años de escuela técnica las primeras incursiones en el viejo Windows 3.11. Aquel Windows que aún no era sistema operativo y funcionaba con total lentitud bajo las órdenes del D.O.S. en viejas máquinas donadas por algún ¨alma caritativa¨. Enseguida llegó internet y revolucionó muchas casas familiares, pero en las escuelas la informática era poca o nula.
Pero el boom tecnológico en las escuelas se dió cuando ¨Después de varios años de postergaciones, el primer proyecto nacional de inclusión digital en la Argentina se hizo público en abril de 2010 con el título inicial de Plan conectar.igualdad.com.ar¨ (Larrouqué, sin año, p.118) Pero también con el nacimiento del programa ¨Conectar Igualdad¨ se produce el primer gran choque docente con la tecnología digital. Lo que para algunos fue una medida clientelar que solo traía distracción al aula, para otros fue la única oportunidad de acceder a la tecnología digital que tenían los sectores populares que no podían pagarse una PC.
Si fue o no una medida clientelar quedará a criterio de cada uno de ustedes, pero es innegable que fue las otras dos cosas que nombramos. En las secundarias las netbook en el aula fueron una ¨herramienta del diablo¨ para la mayoría de los docentes que veían que los chicos jugaban ¨a los jueguitos¨, en lugar de prestarle al menos la poca atención que hasta entonces le prestaban. Pero también las netbook les permitían a chicas y chicos que antes no tenían acceso a la tecnología aprender (de forma bastante autodidacta) sobre estas nuevas herramientas digitales que ya entonces eran indispensables para el mundo laboral y para la recreación.
Si bien algunos docentes le ¨agarraron la mano¨ rápido, para una parte importante el problema principal venía del desconocimiento que tenían de esta tecnología. De golpe aquellos que todo creían saberlo se encontraron en un nivel de analfabetismo digital en muchos casos mayor que las personas a las que le debían enseñar. La respuesta a estas situaciones siempre suele ser el rechazo, y una especie de ludismo tecnológico brotó en los docentes, más aún teniendo en cuenta la formación tecnológica de los docentes por parte del Estado era ineficiente o inexistente -dependiendo de las épocas-.
Con la llegada de la segunda década de este siglo la entrega de netbooks a las y los estudiantes se discontinuo y la utilización pedagógica de tecnología digital generalmente se reducía a la utilización de proyectores para pasar videos o películas y el uso de las notebooks pasó a ser patrimonio de quienes daban TICs en el ciclo superior de la secundaria más algunos de “los profes tecnológicos” que veían usandolas de antaño.
Pero el ¨problema¨, o el ente distractivo que muchos docentes sufrían con las notebook en las aulas no desapareció, simplemente se mudó de pantalla con la aparición del celular (del teléfono inteligente en realidad) que pasó a ser considerado el “enemigo número 1” de los docentes.
Las idas y vueltas políticas y la falta de formación docente nos encontró entonces en medio de una pandemia con una situación de precariedad digital muy grande. Por una parte, la falta de insumos materiales (hardware) de estudiantes y docentes era amplia y por otra el prácticamente nulo manejo de herramientas (software) por parte de un sector amplio de la comunidad educativa nos ponía en una situación de alta vulnerabilidad pedagógica.
Por parte de los docentes de un día para el otro la necesidad hizo que la tecnofobia que manejaban algunos se transformara en pedidos de auxilio a quienes “la tenían clara”. La formación dada por el Estado siguió siendo de poca a nula y todo recayó en la buena voluntad, la capacidad autodidacta y la colaboración entre colegas. La inversión económica que hizo en tecnología gran parte del colectivo docente también es un hecho a destacar, porque más allá de que el gobierno pagó un plus de conectividad lo que se invirtió en insumos y aparatos tecnológicos fue ampliamente superior en la mayoría de los casos.
En cuanto a los estudiantes, muchos hicieron un gran esfuerzo, pero también muchos no tuvieron conectividad. Otros utilizaron la falta de conexión como excusa mientras que quienes estaban conectados con la escuela se fueron cansando de los trabajos prácticos, de las clases por zoom y cuando se dijo que “todos pasaban de año”, gran parte se “desconecto” hasta la vuelta de la presencialidad.
Algo importante a recalcar es la sobreestimación que hicimos varios docentes en cuanto al manejo de la tecnología digital por parte de las y los estudiantes, creímos que por ser nativos digitales y manejar un celular manejaban a la perfección herramientas tecnológicas varias, y ese fue un error tan común como cotidiano, pues existía -y sigue existiendo- desconocimiento en el uso de muchas herramientas tecnológicas también por parte de las y los estudiantes.
En 2022 la presencialidad volvió para quedarse y el resultado en cuanto a la aplicación de las TICs en educación terminó por ser ambiguo en las escuelas. Por una parte, se adquirieron saberes tecnológicos varios entre docentes y estudiantes, pero por otro no son muchos los docentes que los utilizan en sus prácticas. Hay que decir además que la tecnofobia siguió presente en gran cantidad de docentes y ante la vuelta al ¨cara a cara¨ el celular volvió a ser visto como “un enemigo” cada vez más difícil de combatir.
Para terminar este breve recorrido debemos decir que el último gran momento -hasta la actualidad al menos- de choque educativo -y docente- con la tecnología se da con la llegada de la inteligencia artificial a los celus. ¨Entre las varias reacciones contrarias que se vieron ante la aparición de ChatGPT, vimos planteos pretendidamente luditas, mezcla de miedo y moralina (…)¨ (Benasayag y Pennisi, 2024, p.45). Esa mezcla de miedo y moralina se escenificó en la docencia cuando aquellos docentes que exigián en los exámenes y trabajos la repetición exacta y textual de lo que ellos decían, se veían consternados ante el uso del ChatGPT por parte de los estudiantes. Copiame a mi, no a la IA, parecían exigir, como si existiera una gran diferencia pedagógica al respecto.
Pero así como la IA asustó a muchos, les pareció una herramienta interesante para trabajar pedagógicamente a otros, algunos a niveles fanáticos. Probablemente muchos de los tecnófilos de la IA no entiendan muy bien su funcionamiento ya que suelen realizar una suerte de diosificación de la Inteligencia Artificial, viéndola como un ente imparcial e infalible cuando está lejos de serlo -los algoritmos y el entrenamiento de las máquinas siguen estando en manos de los humanos, aunque hay dudas de hasta dónde pueden llegar por sí mismas-.
Está visto que con la tecnología, como con otras cosas, pareciera que los educadores nos vamos chocando con los extremos, corriendo tras lo que la necesidad inmediata nos impone. Pasamos de una tecnofobia que veía en las pantallas al culpable del deterioro educativo, a una tecnofilia que veía en las pantallas la salvación del aprendizaje en épocas pandémicas, para volver a una tecnofobia que ve en las pantallas todos los males educativos actuales.
Pues bien, si quieren y tienen ganas de jugar, entonces los invito a que juguemos a fundamentar estos extremos...
¿Y si nos ponemos tecnofílicos?
Tal como explica el científico argentino Miguel Benasayag la digital es la tercera revolución antropológica, antecedida por la evolución del lenguaje y de la escritura. (Benasayag, 2016, en línea) Y de la misma forma que el habla y la escritura abrieron nuevos mundos al ser humano, con la tecnología se abre un mundo que hace unos años ni siquiera hubiéramos imaginado. Desde el siglo pasado las revistas hablaban de un siglo XXI con autos voladores -algo que no vemos al salir a la calle-, pero ninguna imaginaba que en el bolsillo íbamos a poder llevar en un solo aparatito de unos pocos gramos y centímetros cúbicos bibliotecas, hemerotecas y videotecas enteras; herramientas como mapas, linternas, cámaras fotográficas, filmadoras, etc. que equivalen al espacio de un galpón entero en el pasado.
Si lo pensamos pareciera que el mundo entero está al alcance de nuestros dedos, las necesidades a un click y las personas lejanas en el mundo a una pantalla de distancia, en palabras del filósofo surcoreano Byung-Chul Han:
“Los continuos toqueteos y deslizamientos sobre el smartphone son un gesto casi litúrgico que masifica la relación con el mundo. La información que no me interesa la borro en un instante. En cambio, los contenidos que me gustan puedo ampliarlos con los dedos. Tengo el mundo completamente bajo control. El mundo tiene que cumplir conmigo. El smartphone refuerza así el egocentrismo. Al tocar su pantalla, someto el mundo a mis necesidades. El mundo parece estar digitalmente a mi entera disposición.¨(Han, 2021, p34)
Es innegable que la tecnología digital nos dio y nos da continuas herramientas y parece que su potencial no tienen límites, con una inversión posible para cualquier trabajador hoy podemos guiarnos mejor con el google maps, podemos traducir al instante cosas -haciendo que un viaje a lugares impensados sin traductores humanos hoy sea una posibilidad real-, podemos realizar compras sin necesidad de usar billetes, poder realizar transacciones desde el teléfono, pedir comida, mirar un partido, filmar a nuestros hijos, sacarles fotos, etc.
En el aula también son muchas las cosas que facilitan la labor docente -principalmente en secundaria-. La facilidad para pasarle información a los estudiantes mediante redes, páginas web o bluetooth es algo más que positivo. Por otra parte, la facilidad para acceder a medios audiovisuales abre un mundo que está más cercano a los intereses de los nativos digitales ampliando las posibilidades de que se genere interés por lo que intentamos enseñar.
Pero quizá uno de los logros más significativos de la tecnología es que a través de las redes sociales se amplió muchísimo la posibilidad de tejer puentes con el mundo. Las distancias se acortaron y lo que antes requería costosos llamados telefónicos o el uso del correo, hoy es una comunicación donde interactuó con el otro sin importar donde esté. Incluso puedo aprender a distancia pero interactuando en tiempo real.
Para entender este cambio comunicativo solo tratemos de pensar un instante la pandemia sin Zoom, Meet y Classroom. Si fue una locura con ellos, ni siquiera podríamos imaginar lo que hubiera sido sin la tecnología actual. A todo esto hay que sumarle además que las posibilidades de encontrar gente con la que perdemos contacto ahora son enormes, incluso en el mundo escolar.
Como podemos ver, son muchos los argumentos que tienen la tecnología a favor, tanto en la vida cotidiana como en la vida escolar ¿y cuáles son los que tienen en contra?
¿O nos ponemos tecnofóbicos?
Lo primero que debemos marcar es que ¨La diferencia entre la técnica como herramienta y la tecnología actual es que la tecnología no es una herramienta para el humano, sino que la tecnología crea un mundo, un mundo diferente donde el humano tiene que adaptarse y ver cómo puede hacer.¨ (Benasayag, 2024, en línea)
Pasándolo en limpio, lo que queremos decir es que mientras la tecnología analogica (desde un martillo hasta un motor) es una herramienta que el humano usa como extensión de su cuerpo -más allá de que se pueda generar alienación-, ¨Lo digital, en un tiempo mínimo, se desarrolló por todos lados colonizando todo lo vivo.¨ (Benasayag, 2016, en línea).
Aquí es importante entender a qué nos referimos cuando hablamos de colonización algorítmica, Renato Curcio (2018) citado por Benasayag y Pennisi (2024) lo explica así:
“La verdadera novedad respecto a los paradigmas coloniales precedentes que, desde sus primeros pasos, presenta la colonización de la web, tiene que ver con la "materia prima" de su interés y la cualidad específica de la aproximación imaginada. Esta vez, recorriendo las tecnologías digitales más sofisticadas, el colonizador no está interesado en la conquista de la tierra, en los recursos del suelo, en el petróleo, el uranio o el coltán. Esta vez, apunta a los recursos identitarios, a la red de conexiones específicas y a la definición categorial de quien ingresará a formar parte del nuevo continente. Apunta a la 'vigilancia totalitaria' de los humanos y a su explotación económica y de poder” (pág 95 y 96)
Una forma práctica que tengo de comprobar hasta donde la tecnología nos coloniza y nos moldea es el siguiente ejemplo que uso y que en la mayoría de los casos me confirma la validez de la hipótesis: ¿No les pasó de ir a mirar la hora al celu y terminar viendo videos sin saber siquiera cómo llegaron hasta allí? Si les pasó sepan que esos videos no llegaron solos, ustedes los abrieron con sus dedos, pero guiados de forma cuasi zombie por sus cerebros. La hora estaba allí a plena vista, pero el mensaje del Whatsapp nos llamaba y sentíamos que debíamos responderle -porque hoy parece que hay que estar comunicado todo el tiempo- y ese video de Instagram que nos compartía un amigo nos prometía la dopamina que suele entregar un buen video de humor, y esa dopamina llegó y eso hizo que los videos que estaban a un Scroll de distancia nos prometieran más de esa hermosa sustancia. Si, como si de una droga sintética se tratara, ahí estamos, pidiendo más y más, scroleando más y más…
En pos de seguir desarrollando la idea debemos decir que esta colonización puede darse gracias a que históricamente los humanos delegamos funciones en la tecnología. Esto último per se no es nada malo, es parte de la evolución, por ejemplo hoy en día para una amplia mayoría de la población que vive en las ciudades no es necesario saber cazar para vivir. Haciendo una comparación que quizá no sea del todo correcta pero con el solo fin de que se entienda el concepto, podríamos decir que esa función el cerebro la delega en la capacidad de manejar el dinero que usamos para comprar el alimento.
Para empezar a comprender de qué se trata esto tenemos que saber que “Lo que sucede en los microscópicos espacios situados entre nuestras neuronas es excesivamente complicado, pero en términos simples implica diversas reacciones químicas que registran experiencias en las vías neuronales. (Carr, 2010, p 41), dicho esto hay que aclarar que nuestro cerebro no es una máquina que funciona realizando siempre el mismo movimiento, sino que tiene lo que se conoce como neuroplasticidad, que simplificado no es otra cosa que la capacidad de las neuronas de “aprender u olvidar” según las necesidades y las acciones que realizamos. Pero para explicarlo técnicamente podemos recurrir nuevamente a Carr (2010):
“Cada vez que se realiza una tarea o se experimenta una sensación, ya sea física o mental, se activa un conjunto de neuronas en nuestro cerebro. [...] A medida que la misma experiencia se repite, los enlaces sinápticos entre las neuronas se hacen más fuertes y más abundantes [...] Los enlaces sinápticos también pueden debilitarse en respuesta a experiencias, de nuevo como resultado de alteraciones fisiológicas y anatómicas.” (p41)
Carr nos dice que nuestro cerebro tiene la capacidad de moldearse, eso podría traernos tranquilidad, pero la gran diferencia que existe entre las anteriores tecnologías que fueron haciendo evolucionar nuestro cerebro -y con ello a las sociedades humanas- y la tecnología digital, está en la velocidad de avance de estas últimas. Es por eso que “la delegación demasiado rápida y masiva de funciones cerebrales [...] no permite que la zona del cerebro liberada, o sea la que no se ocupa más de esto, se ocupe de otra cosa.” (Benasayag 2, 2024, en línea). Y si no hay tiempo para el reciclaje, “entonces se atrofia, o es colonizada por otras zonas. Hay una pérdida” (ibidem)
Cabe aclarar que si bien esta delegación es individual ya que nos orientamos con el gps, calculamos con el celu, etc; también es social ya que cada vez más delegamos en las máquinas la macroeconomía, la demografía, la epidemiología, el clima, etc. Estamos cayendo en una dependencia que es nefasta, porque “provoca una debilitación, por supuesto, de las capacidades cerebrales” (Benasayag, 2024, en línea).
Debemos decir que “Todas las experiencias científicas muestran que la relación demasiado continuada, que crea una dependencia para los adultos, es nefasta, pero para los chicos es realmente peligrosa.” (ibidem). Ahí está nuestro mayor problema. Si bien hoy el uso abusivo de la tecnología digital es una problemática de todos los rangos etarios, los nativos digitales expuestos desde muy pequeños a las pantallas están formateando sus cerebros de una forma que no sabemos en qué va a derivar ni individual, ni socialmente.
Probablemente una línea de pensamiento que nos permite avizorar un futuro poco feliz -si no tomamos cartas en el asunto- está en aquello que catalogamos más arriba como uno de los logros más significativos de la tecnología, es decir las redes sociales y la posibilidad de tejer puentes con el mundo. Porque lo que no aclaré entonces es qué clase de puentes se tejen. Dejemos que lo explique Byung-chul Han:
¨La comunicación a través del smartphone es una comunicación descorporizada y sin visión del otro. La comunidad tiene una dimensión física. Ya por falta de corporeidad, la comunicación digital debilita la comunidad. La vista solidifica la comunidad. La digitalización hace desaparecer al otro como mirada.
La ausencia de la mirada es también responsable de la pérdida de empatía en la era digital. De hecho, al niño pequeño se le niega la mirada cuando la persona con la que se relaciona mira fijamente el smartphone. Solo en la mirada de la madre halla el niño pequeño apoyo, autoafirmación y comunidad. La mirada construye la confianza original. La ausencia de la mirada conduce a una relación perturbada con uno mismo y con el otro.” (Han, 2021, pp 35 y 36)
Todos asistimos día a día al odio en redes, a la inevitable pedantería que produce en muchos -incluso hay veces en nosotros mismos- el no tener al otro, ni su mirada, en frente. Ya sea por cobardía -miedo a la reacción física de la otra persona- o por la propia falta de señales que solo da la corporeidad -vieron que un jajaja puede significar muchas cosas en redes- en las redes sociales se actúa muy distinto que en la vida corpórea.
Si a esto le sumamos que la finalidad de quienes realizan los algoritmos es que nos quedemos el mayor tiempo posible en su red -paradójicamente la palabra se puede entender de al menos dos formas- y que en consecuencia nos incitan a las discusiones porque atraen y nos tienen más tiempo atrapados; entonces tenemos como resultado un lugar muy fértil para las ofensas y humillaciones y se abre un camino que en caso de no actuar a tiempo parece conducir a un mundo insensible, un mundo donde la gran mayoría de la humanidad estará enemistada y quedará a merced de los caprichos de un manojo de poderosos.
¿Entonces debemos odiar la tecnología? ¿Es la tecnofobia quien ganó la batalla de argumentos? Una fobia parte del miedo, y si bien el miedo nos sirve para sobrevivir, jamás puede ser buen consejero a la hora de evolucionar o de solucionar problemas complejos. Debemos pararnos desde otro lugar:
“Hoy en día el desafío está en evitar tanto los fanatismos como los reduccionismos. Ni postular que las tecnologías en sí son la solución a los problemas, ni tampoco acercarse a los enfoques apocalípticos que desconfían de cualquier aparato que requiera de electricidad para procesar información. Pero limitarnos a decir que las tecnologías no son la respuesta a todo no resulta ninguna contribución; hay que cambiar las preguntas y explorar posibles rutas” (Cristóbal Cobo, 2016, p18)
Mejor tenemos una mirada relacional
Como ya hemos visto “Nunca usamos las herramientas tecnológicas sin que ellas nos usen, nunca aplicamos tecnología para cambiar nuestro medio sin ser cambiados nosotros mismos” (Burbules y Callister, 2001, p 7). Más allá de lo planteado con anterioridad -sobre la colonización algorítmica- debemos decir que esto pasa en la relación humana con todo tipo de tecnología y con la naturaleza en sí. Entonces la relación que poseemos con la tecnología no es unilateral, ni meramente instrumental, sino bilateral y por ello la llamamos Relacional.
Somos modificados cultural y psicológicamente por las tecnologías que utilizamos, porque afectan el modo en que concebimos y percibimos nuestro ser físico, modificando nuestra postura con su uso, el modo en que se desplazan nuestros ojos para leer las pantallas, la destreza y coordinación de nuestras manos, etc. La tecnología no es sólo la cosa, sino la cosa y sus modos de uso, la forma en que se piensa y habla sobre ella, así como los problemas y expectativas que genera.
Y si bien “Está claro que hay que discutir todas las suposiciones dominantes en este ámbito, aunque sea para estar mejor informados sobre cuáles son los beneficios exactos de la tecnología y, lógicamente, cuáles no lo son.” (Neil Selwyn en Cobo, 2016, p10) ¨(…) hoy en día “las nuevas tecnologías no sólo constituyen un conjunto de herramientas, sino un entorno, un espacio, un ciberespacio en el cual se producen las interacciones humanas.” (Burbules y Callister, 2001, p6) haciendo que lo que hasta ahora eran partes (humano y tecnología) vayan en camino de convertirse en un todo.
Es por eso que así como no nos preguntamos si una silla, una hoja o la energía eléctrica es buena o mala, porque estamos acostumbrados a su uso -en el aula y en la sociedad- sino que nos preguntamos si su uso puede realizarse bien o mal, lo mismo debemos hacer con la tecnología digital y compararlas con las alternativas que existen, ver si tienen ventajas y limitaciones, y entender que lo esencial es saber cómo, quién y con qué fin se la usa¨ (Burbules y Callister, 2001)
De lo dicho se desprende que “cualquier discusión debería reconocer el carácter necesariamente político de la educación y la tecnología.” (Neil Selwyn en Cobo, 2016, p10) quitándonos en primer lugar el velo de la ignorancia, entendiendo que la tecnología digital funciona con algoritmos y estos bajo intereses particulares y de época, y que por lo tanto no es neutral.
Por otra parte debemos enmarcar el análisis tecnológico dentro del análisis de las sociedades de consumo, entendiendo sus coordenadas sociales, culturales y de época y en ella enmarcar y situar a los consumos problemáticos de la tecnología. Porque recurrir al consumo de una sustancia psicoactiva u de objetos -palpables o virtuales- para obtener alivio o bienestar inmediato a cambio, no conforma una respuesta aislada ni individual, sino que es parte de las supuestas “soluciones” que nos ofrece esta etapa de la historia en que habitamos.
En el análisis no debemos soslayar que a través de los medios audiovisuales y plataformas digitales, simples cosas se convierten en sensaciones, vivencias, gustos personales, identidades, autoestima o reconocimiento. Por lo tanto, la persona que consume ya no se pregunta “qué quiero tener”, sino “qué quiero experimentar”. Por medio de las marcas, consumimos dinamismo, elegancia, potencia, esparcimiento, virilidad, feminidad, juventud, refinamiento, seguridad, naturalidad y tantas otras imágenes que influyen en nuestra elección (Lipovetsky, 2004).
Además hay una discusión que en esencia parece filosófica pero que engendra las particularidades del régimen sociopolítico actual -que para algunos ya ni siquiera es capitalismo-. y que parte de la afirmación que hace Benasayag (2024) al decir que “Ya no estamos más en la posibilidad de decir "están el ser humano y la máquina". La hibridación está avanzadisima.” (Benasayag 2, en línea) y es entonces que si ya la tecnología forma parte de nosotros de lo que se trata es de resolver esta bifurcación: “o la hibridación va en sentido de ser colonizados, y vamos a funcionar cada vez mejor [...] pero en pura pérdida de lo vivo, no sólo de lo humano; o va en sentido de respetar la vida. No en sentido moral, sino en sentido de que la máquina no imponga el puro funcionamiento a la complejidad de la vida.” (ibidem) El dilema está planteado ¿vivir como seres humanos o funcionar como máquinas?, si la elección es la segunda, la batalla está perdida de antemano.
Ahora, aún en la elección de vivir como seres humanos, todos consumimos tecnología, y lo hacemos como una expresión más de la sociedad de la que formamos parte, por eso resulta indispensable poder reflexionar sobre nuestros consumos desde una mirada crítica, para abordarlos sin reforzar estigmas y prejuicios. Hay que problematizar los consumos haciéndonos preguntas que no tengan una respuesta determinada de antemano, preguntas que en muchos casos son incómodas y cuyas respuestas nos obligan a tomar cartas en el asunto, ya sea con los nuestros o con nosotros mismos.
Como docentes debemos acompañar a nuestros estudiantes en sus prácticas, interponiendo alguna palabra, generando preguntas que las y los ayuden a construir una mirada crítica de los discursos que circulan en los medios y las redes. “Lo que debemos preocurarnos es un auditorio que importe [...] Es decir, no debemos hablar a, sino con”. (Chomsky, 2016, p 29) Es fundamental la escucha activa y mutua, estar permeables a lo que adolescentes y jóvenes tienen para decir, conversar acerca de los consumos con los y las adolescentes e intervenir en los conflictos. Se trata, entonces, de abrir espacios de escucha, cuidado y acompañamiento para pensar otro tipo de resoluciones más saludables, pero que requieren de más tiempo y del ejercicio de una mirada crítica. Es importante hacerlo desde un lugar de condescendencia y no tratar a los estudiantes con aires de superioridad.
En resumen, en la actualidad las discusiones en torno a la tecnología digital en el sistema educativo no aparentan estar saldadas, pero podemos ponernos de acuerdo en algunas conclusiones:
- No es ni una herramienta diabólica que va a extinguir la especie humana, ni una herramienta que va a traer felicidad absoluta a la humanidad con su sola existencia. Tiene una potencialidad superior a sus antecesoras, pero no deja de ser una herramienta cuya utilización depende de las relaciones de poder que existen entre sus propietarios y usuarios en las distintas épocas donde se utilice.
- Estar informados no es lo mismo que saber. La sobreinformación es la otra cara de la moneda de la falta de información. Creer que porque tenemos respuestas rápidas, al alcance de la mano en internet ya sabemos de todo, está causando mucho daño a la sociedad. Ni internet, ni la IA son neutrales, actualmente funcionan bajo algoritmos manejados por humanos. El método científico -con sus debidas comprobaciones- sigue siendo la herramienta más confiable del saber.
- La tecnología digital llegó para quedarse. Como ya hemos explicado la hibridación está avanzadisima y la discusión no pasa por usar o no la tecnología, sino por si la usamos para ser mejores humanos o si los humanos queremos ser “mejores máquinas”.
- En cuanto al uso de la tecnología en la educación, la discusión debe hacerse de manera integral, teniendo en cuenta tanto el acceso a la misma, los fines y modos de uso. Para ello es fundamental discutir con los estudiantes y colegas sobre la utilización de la misma y la posibilidad de constituirse en un consumo problemático.
- En el ámbito educativo debemos explorar las herramientas tecnológicas que queremos usar pensándose como territorios, espacios interdisciplinarios, constituidos por más de un aspecto enseñable. Siempre debemos tender a transitarlos con mayor profundidad, incluso cuando “saben usarlos” debemos agregar una cuota de reflexión crítica y profundización de la temática.
- La formación docente en tecnología digital es tan urgente como necesaria. Sin ella todo lo expuesto anteriormente caerá en saco roto.
Cierre: No nos olvidamos de la pregunta inicial
“La cultura de la urgencia en la que vivimos adquiere más relevancia que el espacio. Una suerte de necesidad por acelerar el tiempo –la urgencia e inmediatez, el just in time, el tiempo real, la permanente transitoriedad, etc.– hace que el resto de las dimensiones que constituyen la realidad parezcan menos relevantes. Bajo este enfoque, un mundo hiperconectado pareciera imponer una forma de tiempo acelerada y frenética que impide detenerse a reflexionar.” (Cobo, 2016, p145)
Innegablemente estamos en un mundo hiperconectado, por cierto si estás leyendo seguramente lo estás haciendo desde una pantalla. Pero paradójicamente si llegaste hasta acá la urgencia de este mundo no te impidió detenerte a reflexionar. Antes que nada gracias por leernos e interesarte y te felicito por ser un/a soldado de la resistencia de este mundo que corre sin saber a dónde va.
Pero nos queda responder una pregunta ¿debemos prohibir los celulares en el aula?. Como dije al principio tengo algunas singularidades ideológicas bastante marcadas, una de mis posturas es el rechazo a la prohibición como método de superación de los problemas, más aún cuando de consumos problemáticos se trata. Pero este escrito no se trata de hablar de mí, sino de fundamentar una respuesta a la pregunta inicial, y esa respuesta la voy a dar por dos lados: Por una parte la posibilidad, y por otra parte la respuesta pedagógica.
En cuanto a la posibilidad, empecemos por decir que también se puede subdividir en dos la respuesta: la posibilidad humana de prohibir la tecnología y la posibilidad de la escuela de prohibir los celulares. La primera posibilidad la voy a explicar a través del diálogo de Miguel Benasayag con Ariel Pennisi, allí hablando sobre un conflicto de una editorial con la IA. Ariel nos dice lo siguiente:
“La censura aparece como una especie de reacción moral, en exterioridad. Ni siquiera es posible para los editores pensar como un ludita del siglo XIX, porque aun si el movimiento de los destructores de máquinas estaba destinado a un "fracaso ejemplar", entre el gesto quijotesco y la ética que se llevan a la tumba quienes lo practicaron, contaban al menos con un horizonte humanista que les permitía pensarse a sí mismos en una batalla cuerpo a cuerpo contra las máquinas y los dueños de los medios de producción. Pero en nuestras condiciones, cuando se plantean medidas simplistas o se reacciona demasiado lejos de la complejidad el tiro sale por la culata” (Benasayag y Pennisi, 2024, p.47)
A lo que Miguel agrega:
“¿Qué significa en este caso la censura? Parece que los editores piensan que estas nuevas tecnologías son algo que tenemos enfrente, que no vivimos en un mundo de hibridación entre lo digital y lo orgánico. Hay como una búsqueda de exterioridad, cuando el mundo dice ahora en adelante se está tejiendo de esta manera... (Benasayag y Pennisi, 2024, pp. 47y48)
Como ya dijimos, es inutil intentar prohibir el avance de la historia, la tecnología no se puede prohibir, la discusión está en el uso que se hace de ella, y esto nos abre el segundo interrogante sobre las posibilidades prácticas de la prohibición de los celulares en la escuela. ¿Es una medida realizable?
Que se puede escribir una ley, un comunicado y toda una batería de papeles burocráticos al respecto es innegable, ahora que en la realidad de las escuelas esa prohibición formal se transforme en una prohibición real ya es bastante más difícil. El cumplimiento de una norma - la prohibición de algo lo es- se apoya principalmente sobre dos pilares, uno ideológico y uno represivo.
La efectividad de lo represivo está apoyada en la posibilidad de punibilidad que tienen dicha prohibición, es decir en la posibilidad de castigo. Sinceramente no veo que en lo cotidiano exista la posibilidad masiva de quitarle celulares a estudiantes o no dejarlos entrar si lo traen -se producen choques de normas y de derechos- y por parte del pilar ideológico significa en este caso el convencimiento por parte de los estudiantes de que usar el celular excesivamente en el aula no está bien, pero deben aceptarlo al nivel de aceptar la prohibición total de su uso, algo que hoy no pareciera estar cerca de suceder.
Alguien me podrá decir que la prohibición puede actuar como una especie de “amenaza” que se pueden creer, aunque nada se pueda hacer para sacarles los teléfonos; es decir usar el “como si” tan frecuente en el mundo educativo. En este caso debo decir que pensar esto como solución al problema sería subestimar mucho a nuestros estudiantes y que de practicarse realizaríamos un maquillaje antipedagógico que se correrá rápidamente para quedar en la nada misma.
Ahora bien, para quienes habitamos aulas de escuelas secundarias, así para quienes dan clase en los últimos cursos de primaria y en los niveles superiores, es innegable la necesidad de convencer a las y los estudiantes -y a docentes también- de que el uso excesivo de pantallas en el aula -y en la vida- no es beneficioso. Y esto nos lleva a la otra parte de la respuesta: la pedagógica.
Para convencer a las y los estudiantes de que el uso excesivo de los “celus” en el aula afecta sus capacidades cognitivas y de aprendizaje no es necesario prohibir el uso de los mismos, sino más bien todo lo contrario. Nuestro trabajo docente es enseñar, y para enseñar a usar bien una herramienta no podemos quitarla del medio mediante prohibiciones. De lo que se trata no es de prohibir, sino de buscar encuadres, limitar si es necesario, acompañar y principalmente entender que el problema educativo excede la problemática del uso de celulares. En ese camino debemos buscar las respuestas a esta problemática de una tecnología que parece pasarnos por encima como un tsunami.
Por último, y agradeciendoles la lectura de nuestro escrito, queremos decirles que aquí jamás les vamos a dar recetas mágicas, básicamente porque sabemos que no existen; pero sí creemos que podemos aportar modestas guías de acción que pueden ayudar a “encontrarle la vuelta” a algunos problemas educativos, pero por supuesto entendiendolos siempre desde una perspectiva situacional.
Esperamos que este pequeño aporte les haya gustado y agradecemos toda crítica constructiva en los comentarios.
Bibliografía
- BENASAYAG Miguel. (2016) Revista MU. ¨Tecnocracia, arte, cuerpo y saber¨. Publicada el 01/11/2016. Disponible en: https://lavaca.org/notas/miguel-benasayag-en-mu-tecnocracia-arte-cuerpo-y-saber/
- BENASAYAG Miguel y PENNISI Ariel. (2024) La inteligencia artificial no piensa (el cerebro humano tampoco). Ed Prometeo
- BENASAYAG Miguel. (2024) Revista critica. “Hay una fascinación total por la tecnología, pero sin reflexión” por Mariano Pagnucco - 15 de noviembre de 2024. Disponible en: https://revistacitrica.com/miguel-benasayag-inteligencia-artificial-tecnologia-futuro-complejidad.html
- BENASAYAG(2) Miguel. (2024) "Cuando uno se compara con chat GPT ya perdió". Página/12 publicada en línea el 21 de mayo de 2024. Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/738263-miguel-benasayag-cuando-uno-se-compara-con-chat-gpt-ya-perdi
- BURBULES Nicholas y CALLISTER Thomas (2001) Educación riesgos y promesas de las nuevas tecnologías de la información. Granica Ed. España.- CARR Nicholas. (2010) Superficiales ¿qué está haciendo internet con nustras mentes?. Ed Taurus
- CASTELLS Manuel (1998) La era de la información: economía sociedad y cultura. La sociedad red Vol I,(México D.F.), Alianza.- CHOMSKY Noam (2016). La (des)educación. Ed Paidos.
- COBO Cristóbal. (2016) La innovación pendiente. Reflexiones (y provocaciones) sobre educación, tecnología y conocimiento. Ed. Debate. Montevideo, Uruguay.
- HAN Byung-Chul. (2021) Las No cosas. Penguin Random House Grupo Editorial España
- LARROUQUÉ Damien. (Sin año) El programa Conectar Igualdad en la Argentina (2010-2015): un proceso decisional concertado para una arquitectura político-administrativa innovadora. En Estado abierto, Vol. 2, N.o 3. Disponible en: https://publicaciones.inap.gob.ar
- LIPOVETSKY, G. (2004). El imperio de lo efímero: la moda y su destino en las sociedades modernas. Anagrama.
- Ministerio de Cultura y Educación de la Nación. (1996) La transformación educativa. Una concepción hacia el siglo XXI. (Material entregado a las escuelas)
Excelente nota para seguir debatiendo y reflexionando sobre este tema.
Verónica Colicheo
5 months ago
Hola Diego! Coincido en que la prohibición no es lo mejor, especialmente para esta nueva generación. Creo que el desafío está en nosotros los docentes en conocer bien esta herramienta y aplicarla de manera pedagógica. Hace un par de años, hice un postítulo sobre este tema y la verdad fue un gran desafío, lindo, claro! Allí una de las docentes que dictaba ese postítulo era Carina Lion, a quien recomiendo leer, escuchar y seguir en las redes.
Muy bueno el artículo, felicitaciones!!!
Excelente nota para seguir debatiendo y reflexionando sobre este tema.
Hola Diego! Coincido en que la prohibición no es lo mejor, especialmente para esta nueva generación. Creo que el desafío está en nosotros los docentes en conocer bien esta herramienta y aplicarla de manera pedagógica. Hace un par de años, hice un postítulo sobre este tema y la verdad fue un gran desafío, lindo, claro! Allí una de las docentes que dictaba ese postítulo era Carina Lion, a quien recomiendo leer, escuchar y seguir en las redes.
Muy bueno el artículo, felicitaciones!!!